Silvia Braslavsky

«Es importante fortalecer las redes y asociaciones de científicos/as en diversas áreas en Latinoamérica que pueden ayudar a colegas desplazados o amenazados»

Con foco en Argentina, la Dra. Braslavsky nos relata en esta entrevista como el exilio de investigadores debido agolpes de estado, amenazas y ataques en contextos de represión estatal no es un fenómeno nuevo en la región. Habiendo ella misma tenido que emigrar forzosamente dos veces bajo este tipo de circunstancias en los años 1960s y 1970s, la Dra. Braslavsky nos relata como la persecución y violencia contra la comunidad científica y académica en Argentina se ha dado históricamente en forma cíclica y con graves consecuencias tanto a nivel personal como para el desarrollo científico y social del país.

Empecemos con una presentación de tu historia

Soy Silvia Braslavsky, Licenciada en Ciencias Químicas de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (FCEN, UBA), Argentina. Nací y crecí en Buenos Aires. Estudié durante lo que se llamó luego la “Época de oro” de la UBA (1957-1966) durante la cual hubo una modernización democrática con alta participación de estudiantes y graduados y de muchos profesores muy jóvenes que, en particular en la FCEN, armaron y pusieron en práctica un proyecto de actualización de la enseñanza, imperativamente vinculada a la investigación, a la creación de conocimiento, y con un amplio sentido de servicio a la comunidad. Se produjeron así cambios fundamentales en la estructura en la FCEN que se extendieron luego a toda la Universidad, como la institución del tiempo completo para los Profesores y asistentes (existente muy excepcionalmente anteriormente en toda la UBA), la modernización de la enseñanza con acento en las prácticas, la adquisición de moderno instrumental para enseñanza e investigación y el establecimiento de proyectos multidisciplinarios de investigación y docencia atendiendo a necesidades argentinas, por ejemplo la fundación del Instituto de Biología Marina en la Costa Atlántica, un programa de lucha contra el granizo en zonas andinas, el Instituto de Cálculo con una muy moderna Computadora y programas de servicio a Instituciones estatales dedicadas a Infraestructura, un programa de análisis de aguas y suelos, un Instituto de Industrias Químicas con planta piloto, la elaboración de un catastro biológico de la región chaqueña en el Noroeste argentino, etc. En la FCEN se estableció un régimen departamental eliminando las jerárquicas cátedras. Pero también los Consejos directivos de la UBA y varias facultades, entre ellas la FCEN, tuvieron actitudes de rechazo y denuncia a levantamientos militares y de agravio a libertades personales y acciones racistas fuera de la Universidad. Todo esto con la coparticipación activa, entusiasta e institucional de estudiantes, graduados y profesores.

En particular, tanto el Consejo Superior de la UBA como los Consejos Directivos de varias Facultades (FCEN, Arquitectura y Filosofía y Letras y otras) se pronunciaron en contra del Golpe de Estado de junio de 1966. El gobierno de facto, inspirado por la “Doctrina de Seguridad Nacional” y de las “fronteras ideológicas internas”, un mes después del golpe de estado (el 29 de julio) intervino las universidades ante la “infiltración comunista” y suprimió la autonomía y el cogobierno, lo que conmovió la vida en las facultades.

El mismo 29 de julio de 1966, en lo que se conoce como la Noche de los Bastones Largos (NBL), hubo un violento ataque a las facultades, en particular a la FCEN (con simulacro de fusilamiento a profesores y estudiantes), a Arquitectura (con caballería montada), a Filosofía y Letras, etc. (ver: Morero, Sergio: La Noche de los Bastones Largos, Buenos Aires, Eudeba, 2016.). Luego de la NBL se produjeron casi 1400 renuncias colectivas en la UBA, en la FCEN casi el 75% del cuerpo docente renunció (en algunos centros, como el Centro de Cálculo, renunció el 100% del personal), entre ellos yo misma que en ese momento tenía financiación como asistente de docencia de tiempo completo (full time) y estaba realizando mi tesis doctoral en el Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física (DQIAQF).

En el marco del “éxodo organizado” (que no fue un exilio en términos de la denominación de Naciones Unidas, ya que en esos momentos no hubo amenazas personales y salimos con documentos en orden), y que se concretó luego de las renuncias, emigré con mi grupo de Cinética Química a la Universidad de Chile (ver: Braslavsky, Silvia E. y Carnota, Raúl: “‘Operativo Rescate’: la Fundación Ford y la emigración posterior a la Noche de los Bastones Largos”, en Jesús J. Morales Martín (ed.), Filantropía, ciencia y universidad: Nuevos aportes y análisis sociohistóricos sobre la diplomacia académica en América Latina, Santiago de Chile, Escuela de Sociología, Universidad Católica Silva Henríquez, 2018, pp. 67-111).

En ese contexto se intentó mantener los grupos de trabajo existentes en la FCEN, que se habían creado a principios de los años ’60 con investigadores muy jóvenes que fueron enviados becados al exterior a especializarse. Después de la NBL alrededor de 100 científicos fueron en ese marco a Chile, unos 100 a Venezuela, varios a Perú, etc. La Fundación Ford (FF) jugó un papel muy importante tanto en la organización como en la parcial financiación de ese éxodo así como en la financiación del llamado éxodo interno a instituciones no afectadas por la intervención militar (Comisión Nacional de Energía Atómica, Fundaciones financiadas por la FF: Fundación Di Tella, Fundación Bariloche, Centro de Estudios Urbanísticos, Centro de Estudios en Ciencias de la Educación). Hubo mucha solidaridad y apoyo financiero de Universidades Latinoamericanas, como la Universidad de la República (Uruguay) la de San Marco (Perú) la de Chile, la Central de Venezuela, la de Ingeniería de Perú, así como de los Gobiernos de Chile y Venezuela.

Desde Chile presenté mi trabajo doctoral a la UBA en 1968. En 1969 partí con mi esposo e hijas (Paula de 1 año y Carolina de 7 semanas) a EEUU a una estadía postdoctoral en Penn State University (EEUU), aunque por razones de discriminación político-administrativa el título de Dra. de la Universidad de Buenos Aires me fue otorgado recién en 1971.

En 1972 retorné con mis dos hijas (separada de mi esposo ya en 1970) a la Argentina, a la ciudad de Rio Cuarto en la Provincia de Córdoba, donde creamos la Universidad Nacional de Rio Cuarto, dentro de un programa del Gobierno (aún militar) de creación de Universidades con excelente apoyo financiero. Fui nombrada Profesora Asociada por concurso de antecedentes. El proyecto fue muy auspicioso y tuvo varios éxitos. La situación política y en los sectores universitarios se fue deteriorando desde 1973-74, y comenzó a actuar en toda Argentina un grupo nebuloso paramilitar llamado AAA (Asociación Argentina Anticomunista) que fue muy apoyado por el gobierno (aun constitucional) de Isabel Perón, quien, siendo vice-Presidenta, asumió el Gobierno luego de la muerte de Juan D. Perón en julio de 1974. En setiembre-octubre de 1974 se cerraron las Universidades, hubo despidos masivos y hubo asesinatos de profesores y estudiantes, en particular en las Universidades de La Plata y de Tucumán, y amenazas de la AAA a numerosos intelectuales, estudiantes, profesionales (abogados, médicos, psicólogos, ingenieros, etc.). Muchos científicos y profesionales debieron abandonar sus puestos y el país, esta vez sufriendo amenazas, persecuciones y aun cárcel y asesinato de familiares. En diciembre de 1974 recibí una carta-amenaza a mi y a mis hijas y en 5 días desarmé la casa y viajé a Buenos Aires, desde donde en mayo de 1975 (retraso debido a la dificultad para conseguir la documentación para mis hijas) partí con mis hijas hacia EEUU a mi anterior lugar de estadía post-doctoral.

En setiembre de 1975 fuimos a Edmonton, Canadá, a otra estadía de investigación. Paula, mi hija mayor, absolvió en Edmonton su segundo grado y Carolina su primer grado de la escuela elemental, en una escuela maravillosa de Canadá.

En octubre de 1976 nos trasladamos a Alemania, adonde acepté la invitación a integrarme al Instituto Max Planck de Química de Radiaciones. El contacto lo tuve gracias a las redes de sociedades científicas, de las cuales yo ya participaba. Según el sistema canadiense hubiese tenido mas puntos para inmigrar si hubiese limpiado calles o ventanas, que como química, de los que hay (o había) muchos en Canadá. El apoyo que tuve de la Sociedad Max Planck fue excepcionalmente grande y pude realizar una carrera científica muy importante. Me retiré en 2007 y aun estoy vinculada al Instituto y a la Sociedad Max Planck.

Desde la recuperación de la democracia en Argentina en 1983 he participado muy activamente en el sistema científico argentino. El gobierno democrático de Raúl Alfonsín estableció un convenio con el gobierno alemán a través de la GTZ para el apoyo financiero al Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física de la FCEN (UBA) (DQIAQF) a los efectos de rehacer el DQIAQF, devastado por las renuncias de 1966 y nunca hasta 1984 reconstruido. Tuve el honor de ser evaluadora del proyecto, junto a tres colegas alemanes. Se otorgaron 4,2 millones de marcos alemanes para equipamiento y viajes académicos en ambas direcciones y se logró el retorno de varios argentinos que habían renunciado o habían sido expulsados.

¿Identificas algunos factores sociales y/o políticos que juegan un rol clave en los ataques a investigadoras e Investigadores? En el caso de Argentina ¿estos ataques siempre han estado ligados con golpes de Estado y regímenes dictatoriales? ¿Qué te parece que ha motivado esos ataques?

La Argentina tiene una enseñanza gratuita y laica desde 1884, que se aplica esencialmente en la enseñanza primaria y media. Hasta alrededor de 1960, la gran mayoría de los escolares y estudiantes iban a escuelas públicas (como yo misma y todos y todas mis compañeras de la universidad). Retomando el anhelo del movimiento reformista de 1918 (un movimiento nacido en Córdoba y Buenos Aires, que reclamó la autonomía universitaria, la gratuidad de la enseñanza, la coparticipación estudiantil en el gobierno universitario y la renovación docente. Este movimiento marcó el comienzo de una profunda renovación universitaria y se extendió a toda América Latina), el Primer Plan Quinquenal Justicialista (1947-1951) del Gobierno de Juan D. Perón planteó que el Estado instauraría la gratuidad de la universidad para los estudiantes de bajos ingresos. En 1949, se estableció la gratuidad universitaria y el compromiso gubernamental para su financiamiento. Ese mismo año se fundó el Ministerio de Educación de la Nación en reemplazo del de Justicia e Instrucción Pública. En 1954, se aprobó la ley 14297, la primera norma propiamente educativa sancionada por el Congreso de La Nación que incluyó taxativamente la gratuidad universitaria. También en esos años hubo conflictos políticos con profesores que no aceptaban la obligatoriedad de afiliación al Partido gobernante y hubo despidos a profesores (entre ellos al premio Nobel Bernardo Houssay) y nuevos éxodos.

La gratuidad de la enseñanza ha permitido una gran movilidad social y abierto el acceso de capas medias y de la clase obrera a la Universidad Argentina. Esto también permitió la incorporación a las Universidades de los inmigrantes e hijos de inmigrantes que llegaron a Argentina al final del siglo XIX y durante los primeros años del siglo XX. Estos factores han diferenciado mucho la estructura social de los universitarios argentinos de la de otros países latinoamericanos. Indudablemente esa estructura social diversa pone a la comunidad académica argentina en una posición con especial y alta sensibilidad social. Las comunidades académicas argentinas, en su mayoría, se han pronunciado contra las quiebras constitucionales y han abordado proyectos de importancia social. En los últimos años esto ha sido muy visible en la respuesta a la pandemia de COVID, con múltiples proyectos de prevención y vacunas, apoyados fuertemente por el nuevo Gobierno y su Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Así, el origen de las persecuciones a académicos/as y científicos/as, que llegó a cristalizarse en una frase de un ministro de Economía en tiempos de Gobierno constitucional en los años 1990s [“Que (los científicos) vayan a lavar los platos” dijo Domingo Cavallo como ministro de Economía del Gobierno constitucional del ex presidente Carlos Saúl Menem, en 1994], se encuentra en ese estado de alerta y actitud de defensa del orden constitucional y de las instituciones, muy generalizado entre los y las investigadoras. Lamentablemente, la privatización progresiva de la enseñanza primaria y media desde los años ’70, la grave de-financiación del sector público (incluyendo escuelas y Universidades), la creación de barrios privados, han ido produciendo segregaciones sociales y cambiando la estructura social en las Universidades y en el medio académico.

¿Cuáles han sido las consecuencias de los ataques para la comunidad científica y académica en Argentina?

La sociedad argentina en su conjunto ha sufrido muchos ciclos de progreso y retroceso. Fue una sociedad rica, con perspectivas de futuro a principios del Siglo XX (sin olvidar las desigualdades sociales que ciertamente existían), con una ley de educación como la 1420 que redujo el analfabetismo a menos del 5% hacia 1950, con un sistema de salud gratuito, único en el mundo. (¡Sin olvidar el período negro iniciado con el golpe de estado del ex dictador y militar José Félix Uriburu en 1930!)

El golpe de estado de 1966, que derrocó un gobierno civil democrático – aunque elegido con proscripciones al partido mayoritario – encontró al país casi sin deuda externa. Con ese golpe de estado comenzó la etapa del neo-liberalismo extremo que, como dije anteriormente, afectó también a las comunidades académicas.

Teniendo en cuenta que muchos de los científicos provienen de las capas medias y en su gran mayoría son descendientes de los inmigrantes del siglo XX, su emigración hacia el extranjero le es fácil y la principal consecuencia, en cada ciclo de retroceso, es el éxodo. Como expresé antes, la “emigración ordenada” en 1966 trató de que los grupos constituidos con gran esfuerzo en la década 57-66 quedasen en Latinoamérica para facilitar su retorno a Argentina en caso de mejorar la situación (cosa que ocurrió con muchos en 1972). En los otros casos de éxodos (1945-50, 1974-80) y luego 2001 durante la crisis económica y 2016-17 debido a la de-financiación neo-liberal, hubo una enorme dispersión hacia Europa (Italia, España, Francia, Alemania, Reino Unido) y a EEUU y también a Brasil especialmente en los años 70.

¿Qué consecuencias personales y colectivas tiene el éxodo?

La principal consecuencia es para la Argentina como país, esa es la brutal consecuencia, para mi mas importante que las consecuencias individuales. La Argentina pierde, en cada retroceso, posibilidades de mejorar su situación de país exportador de materias primas; pierde la posibilidad de mejorar sus condiciones de producción, sus infraestructuras productivas y asistenciales, sus explotaciones mineras, su independencia energética (que logró en los años ’60). ¡Pierde el país un caudal académico y tecnológico, que además debe su formación a los fondos públicos, o sea la educación pública es financiada por los niños que no terminan su escuela primaria y deben trabajar en el campo o aun mendigar en las grandes ciudades y pagan impuestos (me refiero al IVA o impuesto valor agregado, que paga cada persona cuando hace una compra simple) que financian a las Universidades gratuitas! Mientras los poseedores de grandes fortunas envían sus dólares a las cuentas en paraísos fiscales. ¡Esto lo dice así aun el Fondo Monetario Internacional!

En períodos en que la fuga de cerebros fue muy grande (los años 90) obtener un doctorado en Argentina era equivalente a obtener un pasaporte para emigrar. Así lo decían algunos prominentes directores de Institutos cuando reclutaban a sus estudiantes para hacer una tesis doctoral. Y eso a costa de una enorme deserción escolar en los sectores de menos recursos. Hubo incluso momentos en que el Gobierno argentino a través de su consejo de investigaciones (CONICET) daba becas en el exterior a doctorados recientes y luego no les ofrecía puestos y mucho menos condiciones favorables para volver. Les recomendaba no volver. O sea, era una expulsión disfrazada.

El número de prominentes e influyentes académicos/as argentinas en el exterior es inmenso. Desde César Milstein, premio Nobel de Química de 1984 (que se fue de Argentina frente al cierre político, en 1962, del muy exitoso Instituto Malbrán en el que trabajaba) hasta muchísimos otros/as argentinos/as profesores/as y directores/as de Institutos en Alemania, Francia, Inglaterra, EEUU, Italia, España, Suecia, Canadá, Finlandia. Todos y todas representan en sus áreas a los países que los/las acogieron mientras Argentina los/las había formado gratuitamente para luego despreciarlos/las, política y/o económicamente. Hay redes de argentinos/as científicos/as en muchos países (Ver por ejemplo la Red RAICES de Argentina aquí) que trabajan para reforzar los vínculos académicos entre Argentina y los respectivos países de residencia. También es interesante consultar la lista de premios Raíces que otorga el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina desde 2010 a argentinos/as científicos/as que, desde el exterior, sin retornar en forma permanente, han colaborado con la comunidad científica argentina (para más información sobre los premios Raíces ver aquí).

Obviamente las consecuencias personales del éxodo son enormes: pérdida de familia, amigos, enajenamiento de los niños de sus abuelos, amigos, familiares; nuevas lenguas, pérdidas económicas; el envejecimiento de madres, padres y tíos, difícil de afrontar desde el país extranjero. Y cuando los hijos se afincan en el país de residencia, es difícil retornar a Argentina.

Sin embargo, para muchos/as paradójicamente, el éxodo les ha dado también la posibilidad de avanzar y desarrollarse en sus carreras. Es común escuchar frases con cierto tono de ironía al estilo “Los militares me becaron”, o “los militares fueron mi agencia de viajes”, por parte de científicos/as que se vieron forzados al exilio. ¡Porque en el exterior de Argentina se valora y reconoce enormemente la educación universitaria argentina, parece paradojal! Yo misma hice una exitosa y productiva carrera científica impensable desde Argentina. Pero…. lo que un argentino o argentina hace en países industrializados lo puede hacer cualquier otro/a científico/a. Lo que un argentino o argentina científico/a puede hacer en Argentina sólo lo puede hacer él o ella.

¿Qué medidas pensas que se deberían tomar para apoyar académicos/as en riesgo?

Lo primerísimo es evitar la fuga de cerebros. Crear las condiciones en los países para que los que se han ido retornen. Esa es la realidad en Argentina. Preservar y aumentar lo hecho, que es mucho. Fortalecer el sistema científico y aumentar su resiliencia. Lograr que los y las becarias retornen dándoles condiciones para establecerse, pero no sólo en la Capital del país, que suele concentrar gran parte de la investigación, sino también en las provincias, aun las más alejadas en el gran territorio argentino. Fortalecer la federalización del sistema científico y evitar la sobreacumulación en los grandes centros urbanos como Buenos Aires, Córdoba, Rosario. Si hay persecución en los organismos públicos en momentos de crisis, sería útil crear organismos privados autónomos para acoger a los científicos desplazados, que en momentos de mejora política puedan retornar a las reparticiones públicas.

Otra cuestión es fomentar que los jóvenes estudiantes hagan sus doctorados en Argentina creando perspectivas para su permanencia, sin descartar una posible estadía post-doctoral en el extranjero. Argentina tiene una inmensa capacidad instalada para formar excelentes doctores (PhD) en todas las áreas del conocimiento y si hay áreas deficientes se pueden llegar a concretar lo que se conoce como “doctorados sándwich”, que implica realizar una parte del doctorado en Argentina y otra parte en otro país. Esto evita que el/la joven que se doctora en el exterior pierda su vinculación con el sistema académico y científico del país. y que posteriormente no pueda adaptarse ni afuera de Argentina ni en Argentina.

Creo, sin embargo, que la comunidad científica argentina en 2022 se ha consolidado, ha crecido en número y temas de trabajo, también en su expansión federal y tiene un peso político mucho mayor. La comunidad entera se ha involucrado en la cuestión de la pandemia, también en la cuestión energética y en el estudio y explotación de su larga costa Atlántica (ver Programa Pampa Azul).

Es muy importante fortalecer las redes y asociaciones de científicos/as en diversas áreas a nivel latinoamericano, por ejemplo, en Cs. Sociales, en Química, Bioquímica, Física, en Medicina, en Ecología, Ingeniería, etc. Estas asociaciones pueden ayudar a reubicar (aun temporalmente) a colegas desplazados o amenazados. Tales asociaciones existen y deben visibilizarse más, por ejemplo, la AAPC (Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias participa de la Asociación Interciencia que reúne a Asociaciones Científicas en Latinoamérica. Estas Asociaciones son las que pueden tomar en sus manos la defensa de los derechos y libertad de los y las científicos/as. La propia AAPC agrupa en EPAC (Encuentro Permanente de Asociaciones Científicas) a más de 25 Asociaciones científicas en muy diversas áreas. Con ellos se puede y debe trabajar en casos de científicos/as desplazados/as o en riesgo.