Celia del Palacio

«Lxs académicxs prefieren mantenerse con un bajo perfil y que no se les identifique como posibles blancos de ataques»

En esta entrevista Celia del Palacio nos cuenta los desafíos de abordar la violencia contra academicxs en México, dando cuenta de su invisibilidad y naturalización en un contexto caracterizado por la impunidad y los riesgos y, por ende, el temor a investigar sobre temas críticos. Celia destaca la normalización de este tipo de ataques como así también la ausencia de políticas universitarias para lidiar con esta problemática como factores graves para dar respuesta y apoyo a quienes son víctimas de estos ataques.

Empecemos con una presentación tuya y sobre tu trabajo de investigación sobre violencia en México

Después de haber investigado la historia de la prensa en México, en los últimos años me he dedicado al estudio de las violencias contra los periodistas a nivel subnacional. Sobre el tema he publicado, además de varios artículos en revistas académicas y de divulgación, el libro Callar o Morir en Veracruz. Medios de Comunicación y Violencia durante el Sexenio de Javier Duarte, 2010-2016 (2018) y he coordinado el libro Violencia y periodismo en las regiones de México (2015), estudio comparativo donde 15 académicos de diversas partes del país analizamos las violencias contra los comunicadores. 

Además, he trabajado sobre la violencia representada en imágenes y publiqué el libro del jóven fotógrafo Félix Márquez Testigo de la violencia. Recientemente edité el libro de entrevistas a familiares de desaparecidos en la región Orizaba-Córdoba en Veracruz, que contiene fotografías de las madres con sus hijos. Se titula Porque la lucha por un hijo no termina…

En un contexto como el mexicano, en el que encontramos altas cifras de ataques contra defensores de derechos humanos y periodistas, ¿Cuál es la situación de lxs académicxs que trabajan desde una perspectiva crítica sobre temas que pueden ser inconvenientes para algunos actores?

Lxs académicxs como casi cualquier persona en México se encuentran en riesgo. Como diría la antropóloga María Eugenia de la O, en México se sufren “violencias acumuladas y densamente articuladas” y el sentimiento de inseguridad de la población, aunque ha disminuido con respecto a trimestre anteriores, hasta marzo de 2021 es considerable. Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU-INEGI), el 66.4% de la población mayor de 18 años considera que vivir en su ciudad es inseguro (las mujeres más: un 71% de ellas experimentaba este sentimiento y un 60.9% de los hombres).

Así, la situación de lxs académicxs no es distinta de la mayor parte de la población en ese sentido. Habiendo estudiado la violencia contra lxs periodistas desde hace 9 años, puedo decir que las agresiones vienen de diferentes atacantes y por diferentes razones: no se puede hacer tabla rasa en todas las regiones.

En cuanto al contexto universitario es importante destacar que, a diferencia de otros países en América Latina, en México desde el 68, hubo un pacto del gobierno con lxs profesorxs de izquierda que se refugiaron en las universidades y que tuvieron “permiso” de opinar, decir, fueron protegidos por el Estado siempre y cuando no se salieran de sus ámbitos tradicionales. Hasta la fecha, atacar a un profesor o profesora universitaria tiene un alto costo para el Estado. Lo mismo ocurre con los estudiantes en niveles superiores; por eso Ayotzinapa marcó un antes y un después.

Sin embargo, desde luego, ha habido ataques contra académicxs, aunque no se les ha visibilizado. Y, de hecho, es necesario diferenciar entre diversos ámbitos en que lxs académicxs sufren violencia.

1) La violencia contextual en la que realizan su trabajo y que por “estar en el lugar equivocado con la persona equivocada” sufren algunos de ellos.
2) La violencia sufrida a consecuencia de sus temas de investigación.

Por otro lado, habría que distinguir las violencias sufridas por lxs colegas tomando en cuenta quiénes son los que ejercen violencia contra ellxs: el crimen organizado y otros actores delincuenciales, además de las propias autoridades.

¿Por qué crees que las intimidaciones que sufren quienes trabajan en el ambiente académico no ha logrado tener una visibilidad mayor como en el caso de defensorxs de DD.HH y periodistas? ¿hay un subregistro de estos casos? En caso que pienses que sí, a que crees que se debe?

Sin duda hay un subregistro. Apenas se ha iniciado la preocupación por estos temas en México y han sido lxs antropólogxs quienes se han abocado a su sistematización. Lxs académicxs del CIESAS (Centro de Investigación y Estudios en Antropología Social: ver Website aquí) destinaron hace tiempo algunos artículos de su revista Desacatos al tema. Ahí, los autores hacen una reflexión profunda sobre el trabajo de la antropología en tiempos violentos y analizan los nuevos temas, nuevos sujetos de estudio y dilemas éticos para abordarlos, pero muy pocos de ellos se ocupan de manera directa de los peligros, amenazas o intimidaciones sufridas. Una serie de videos coordinados por Victoria Novelo complementan esa indagación, pero no abundan demasiado en los ataques sufridos. (“Trabajo de campo en tiempos violentos”, 2011. Los videos se puedne ver aquí).

Por otro lado, cuando inicié el trabajo de investigación sobre este tema y quise entrevistar colegas que yo sabía o había escuchado que habían sufrido ataques debido a sus investigaciones, me encontré con la enorme sorpresa de que negaron haberlos sufrido e incluso negaron conocer a alguien que hubiera sufrido esas violencias. Muy contados accedieron a compartir sus experiencias.

Creo que la principal razón de este ocultamiento es el miedo. Lxs académicxs prefieren mantenerse con un bajo perfil y que no se les identifique como posibles blancos de ataques. En otros casos hay una clara tendencia a minimizar el riesgo, por el temor de que se les califique de alarmistas o de estar exagerando. La violencia está tan naturalizada en nuestros contextos, que un ataque puede percibirse como inevitable, “normal”. Tal vez a otrxs académicxs les mueve la negación y el deseo de olvidar lo ocurrido, hacer como que nunca pasó.

En tus investigaciones has analizado en profundidad las características y modalidades de la violencia que sistemática que sufren periodistas en México. ¿Qué similitudes y diferencias ves con las situaciones de riesgo que experimentan los investigadores y docentes universitarios en México?

Lxs académicxs en México que estudian violencias, corrupción de agentes estatales, crimen organizado, en especial los antropólogos que trabajan en campo, son lxs más expuestxs a ser víctimas de la violencia. En ese sentido, guardan una gran similitud con lxs periodistas que salen a reportear y se ven agredidxs por encontrarse en medio de un conflicto por tierra o poder entre diversos actores, o como víctimas colaterales al estar entrevistando a una víctima potencial de los poderes constituidos y fácticos. Lxs periodistas y académicxs también son víctimas de la violencia delincuencial como el resto de la población y finalmente, como lxs periodistas, lxs académicxs pueden sufrir ataques como resultado de los temas investigados. Es verdad que tanto periodistas como académicxs cercanxs a los temas señalados más arriba son lxs más propensxs a sufrir ataques, sin embargo, en algunas ocasiones, tanto periodistas como académicos pueden ser atacadxs por temas aparentemente “inocentes”, cuyo riesgo no logra percibirse a simple vista.

La invisibilidad de una problemática suele dificultar el encontrar alternativas o estrategias para lidiar con la misma ¿Qué recursos o estrategias utilizan aquellxs academicxs que sufren amenazas o intimidaciones?

Muchxs investigadorxs que trabajan en regiones de riesgo han suspendido su trabajo de campo. Otrxs tuvieron que presentarse ante lxs delincuentes o sus representantes para que les permitieran entrar a las zonas que ellxs controlan. Otrxs incluso cambiaron sus temas de investigación, los abordaron desde una perspectiva teórica o intercalando publicaciones sobre otros temas, para que no se les identificara como autores sobre temas de violencia y/o corrupción y/o colusión de agentes estatales con el crimen organizado. Incluso lxs estudiantes han dejado de abordar temas de riesgo.
He entrevistado a varixs investigadores sobre estas situaciones de riesgo y muchxs de ellxs asumieron que toman medidas a nivel personal para protegerse, entre estas medidas mencionaron las siguientes:

Hay cuidados que deben realizarse de manera personal, que incluyen no viajar a solas, sino como parte de un equipo y reportarse constantemente con familiares y colegas.

Un investigador en temas de violencia enfatizó que hay que buscar otras maneras de realizar investigación, hacer entrevistas y firmar consentimientos informados, hacerlas de manera pública, no hacer entrevistas con información comprometedora para el o la investigadora o las fuentes, ya que las entrevistas de temas relacionados con la violencia guardan una relación cercana con la investigación policial y pueden resultar muy comprometedoras. Uno de mis entrevistados recomendó “No buscar hacerse el héroe y querer revelar cosas jamás contadas antes”. Este tipo de actitudes no sirve para nada y puede resultar muy costoso para el propio investigador y su familia. Lxs investigadores entrevistados destacaron que hay que saber cómo contar las cosas, buscar narrativas muy meditadas que no resulten riesgosas para nadie.

Varixs entrevistadxs destacaron generar mayor consciencia del riesgo en los estudiantes que tienen muy poca experiencia en estos temas y que pretenden realizar investigaciones arriesgadas. Es importante concientizarlos sobre el riesgo al que se exponen para que si deciden hacer la investigación, lo hagan con las herramientas y medidas de cautela o protección adecuadas.

Por otro lado, una buena estrategia para minimizar riesgos es buscar realizar investigaciones interinstitucionales y con organizaciones no gubernamentales e instituciones de gobierno en grandes equipos. La investigadora Severine Durin dice cómo logró superar los momentos de crisis: “Movilizando mis recursos emocionales, pero también intelectuales fue parte importante de mi lucha por recuperar mi espacio de vida y la seguridad a la que tengo derecho” (Durin, Sálvese quien pueda. Violencia generalizada y desplazamiento forzado en el noreste de México, CIESAS, 2019, p. 42). Ella también se integró a una organización civil en defensa de los derechos humanos, lo cual la ayudó mucho.

Los casos más difíciles son aquellos donde el crimen organizado se apodera de una universidad o partes de ella, infiltrando a sus agentes y secuestrando a profesorxs y estudiantes para extorsionar a las autoridades. Esto ocurrió hace algunos años en la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Se tomaron medidas parciales de protección, como desocupar los campos universitarios antes de las 7 pm, pero el remedio fue el cambio de autoridades (mandos medios), que estaban ya demasiado expuestas y eran fácilmente ubicables por los criminales, al ser quienes contaban con los fondos y pagaban los rescates. Quitarlos de los cargos puede entenderse como mecanismo de protección. La centralización de los recursos económicos en la máxima autoridad fue fundamental, así como el establecimiento de reglas claras para su ejercicio. A esto también ayudó la implementación de políticas de transparencia y rendición de cuentas desde el gobierno federal. En general no se ha analizado la infiltración del crimen organizado en las universidades.

¿Cuál suele ser el rol o reacción de las universidades o instituciones académicas en México cuando alguno de sus investigadores es víctimas de amenazas u otro tipo de hostigamiento?

Hasta ahora lxs propios investigadorxs han ocultado o minimizado los ataques que han sufrido y las universidades no han tomado cartas en el asunto de manera institucional. Solo lxs académicxs del ya referido CIESAS, tomaron medidas para protegerse. Realizaron mesas de discusión para decidir qué hacer. Los resultados de esas mesas ya mencionados más arriba, fueron el número 38 de la revista Desacatos (2012) coordinado por María Eugenia de la O, una serie de videos coordinados por Victoria Novelo: “Investigar en tiempos violentos”, y un protocolo de seguridad para académicos y estudiantes.
En general, los académicos han implementado sus propias medidas de seguridad. Ante el acoso de autoridades gubernamentales (que también agreden), las instituciones se mantienen al margen y son los propios colegas quienes organizan medidas de protesta como manifestaciones o comunicados públicos.

¿Que recomendaciones tendrías para las universidades y las autoridades para el tratamiento de estos casos y poder proveer apoyo/protección a lxs investigadorxs?

Me parece que las medidas tomadas por el CIESAS son muy recomendables: establecer protocolos generales de protección e instancias especializadas para acompañar y atender los casos, tanto jurídicamente como psicológicamente. No muchos investigadorxs hablan del estrés y sufrimiento que tuvieron a consecuencia de estos ataques, pero sin duda estos y otros sentimientos están presentes y requieren un tratamiento adecuado. La visibilización también es importante y hacer pública la demanda de seguridad para alumnxs y académicxs es fundamental.